CARPE DIEM 5

Capítulo 24

Fernandina, a pesar del otoño, se ponía a tomar el sol en el balcón, en pelota picada, con lo que los vecinos,(los que estaban a su altura), podían contemplarla.
La abuela se desesperaba…¡¿cómo podía parar a esa niña impúdica, hija del pecado?
¡se condenaría en el infierno¡ No lo podía consentir¡
Por más que rezara por ella, no conseguía el milagro.
La sacaba de sus casillas, era imposible enderezarla. El camino recto, no existía para ella. Prefería mil veces las curvas, los desfiladeros, precipicios,; eran el territorio sobre el que mejor se movía. Así era, temeraria, indómita.

Capítulo 25

La muy condenada, asumía desde los doce años, cualquier responsabilidad.
Cuidar de los hermanos pequeños, cuando la madre iba a parir de nuevo. Besar a uno que nació muerto. Despedirse del abuelo, que para su desgracia, falleció justo al jubilarse.
Todos estos acontecimientos, forjaron un carácter fuerte, pero dolido. Le sirvió para resolver situaciones difíciles, que la vida le pondría por delante.
Sus pasos, la llevaron a vivir unos años en el colegio de las monjas.
El primer año, estuvo interna. El padre, que, por cierto se llama José, no podía con ella, y aconsejado por la abuela, la encerró. Ese año lo pasó ,como si de una cárcel se tratase, o un castigo. Se debía levantar a las siete de la mañana, vestir un horrible uniforme marrón, ir a misa, estudiar…¡¡¡
Esa educación represiva, lejos de reformarla, alimentó hasta límites insospechados, su rebeldía. Le dijo a su padre, que si no la sacaba, se escaparía. José, impotente , al fin cedió.
El segundo año, la pusieron a media pensión. Y el ultimo , comía en casa de la abuela. No estudiaba, armaba broncas y novillos en la escuela. Una tarde, llegaron a irse media clase al cine. Las monjas le dijeron al padre, que, o se iba o la expulsaban, con lo que acabó sacándola, y la apuntó en el Instituo.


Capítulo 26

A menudo soñaba con hombres imposibles, bellos, románticos, que la quisieran como lo hacía el abuelo…
Fue uno de sus errores.
Escribía poemas, que luego rompía y arrugaba, para tirarlos a la papelera.
Un buen día, el profe de Mates, la pilló , después de leerlos, le comentó que eran muy bellos, y que los guardara. Así lo hizo.
Escribió y escribió, hasta que le dolía la mano y el alma, de tanto usarlas…¡¡
Un camino para huir del pozo de tristeza en que estaba.
Las palabras fluían de su mente, resbalaban por sus dedos, hasta posarse en el papel.
Allí , reposaban al fin.

Capítulo 27

Las navidades, solían ser tristes y frías. Campo abonado para las peleas.
Con motivo del siempre forzado y obligado encuentro, la familia, lejos de gozar de ello, daba rienda suelta a la mala leche, las envidias, reproches.
El padre, más falso que Judas, hablando de dios, del amor que nos tenía…¡¡¡????
¿Cuándo, cómo, dónde? Cómo se puede llegar a ser tan hipócrita, tan embustero, y pretender vendernos la “moto” de esa manera ?
Fernandina, llegó a la conclusión de que su padre estaba loco. Un loco peligroso, que hacía daño a sus semejantes. Eso era lo más terrible.
La impotencia y la rabia hicieron mella en su corazón y en el de sus hermanos.
Estaba harta, hartísima de tener que soportar, junto a su madre, las insolencias e insultos.
Tendrían que esperar unos cuantos años, para liberarse del funesto personaje.

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