CARPE DIEM 12

Capítulo 45

Fernandina no era abundante en prudencia, todo lo contrario, se lanzaba presurosa sobre cualquier cosa que se moviera.
Aquella noche resultaba especialmente atractiva y sugerente para ella. Una magnífica luna llena, rebotaba en el cristal de la ventana, llamándola al pecado y la lascivia.
Así era ella, le encantaba caer en la tentación, en la provocación. Llamaron a su casa, dos amigas del barrio, Susana, y Tere, eran lesbianas , de unos 40 años. Se fueron a cenar las tres a un restaurante turco, que conocían, en el barrio de Grácia. Se pusieron hasta el culo de comer y beber. Salieron a tomar unas copas, en un bareto de la calle Verdi.
Por suerte, hacían un partido de futbol, de esos que concentra a las multitudes, creo que el Barça- Madrid. Y el lugar estaba prácticamente vacío. Les ofrecieron fumar en pipas de agua….y bebieron unos wiskys de malta, super¡¡
Total, se pusieron como motos,,,y bailaron un rato, a ritmo de salsa¡¡¡
Empezaron a manosearse y meterse mano, luego se besaron…el camarero, y la camarera, que estaban aburridos, en vez de darles bronca, se apuntaron a la fiesta, cosa que a ellas , lejos de sentirse molestas, les encantó, así que empezaron a desnudarse, a meterse mano descaradamente y a morrease.
Bajaron la persiana del bar, gracias al futbol, montaron una orgía de campeonato. Hasta bien entrada la madrugada estuvieron disfrutando de lo lindo.
La luna, lo observaba todo desde la ventana, se moría de envidia.
Eso del deporte televisado, da para mucho, sobre todo para el quinteto lascivo del bareto de Gracia.







Capítulo 46

No tendría piedad, ni misericordia. El tiempo se desgranaba , como los grillos de una naranja ácida; así le gustaban a ella.
Nadie se merecía su perdón. El alma desgarrada, retumbaba, igual que los tambores de guerra masai, después de la erupción del volcán.
Su memoria iba desmenuzando los golpes, insultos, agravios que tuvo que soportar…
Los silencios, las bocas cerradas, durante años y años.
El recuerdo de su madre; soportando lo indecible, la armó de un valor y un coraje desconocidos.
Los días y días, de rabia contenida, iluminaron su imaginación, forjando una actitud y personalidad, rebelde, asesina, peligrosa y sin escrúpulos.
Alguien iba a pagar todas las injurias y ofensas.
Probablemente ella misma.
Hasta que se perdonó.
Si embargo, no pudo evitar el poderoso impulso que la llevaba siempre hacia adelante.
Hacía las cosas más inverosímiles, sin importarle un comino, las consecuencias, a quien se llevara por delante. Su imprudencia e impaciencia eran rasgos de su carácter; que le jugarían no pocas malas pasadas, también, porque no decirlo, a veces, sus mejores vivencias.
Cuando iba a la playa, se llenaba los bolsillos de conchas y piedras de diferentes tamaños y colores.
Al llegar a casa, los lavaba, los secaba y les hacía un poema; después los guardaba en unas cajitas de madera o en frascos de cristal, y los colocaba en las estanterías del mueble del comedor. Le hacían compañia , recordándole el mar, su amado y poético mar.

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