DESPUÉS DEL DILUVIO 1992

 

Qué suerte tiene la luna,

De mecerte entre sus brazos.

Y el mar con sus olas lentas,

Acariciándote  todo.

El tiempo que tan despacio,

Se desliza por tu piel,

Olvidando dar las horas.

 

Qué suerte tiene la luna,

De mirarte en el oscuro.

Y el mar de azul,

Te tiene prendido,

De sal. Y miente,

Cuando dice que tu,

Tienes la cara de un niño,

Que a mi lado se estremece.

 

 

El tiempo sigue pensando,

Que nada nos pertenece.

 

 

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