CARPE DIEM CAPITULO 33

 Capítulo 33


La luna era su musa, el refugio. A ella iban sus amores, sus poemas, alegrías o tristezas.
Con su pálida luz redonda, inspiraba todas las palabras, que rodaban por su cerebro, y salían raudas hacia el papel.
A veces, no dormía, se levantaba a cualquier hora, llena de inquietud, agarraba un lápiz o el boli, que tenía a mano en la mesita de noche, abría el cuaderno, y escupía, rimas, infortunios, pesadillas, demonios, aciertos ,equívocos.
Era un resorte mágico, acudía a ella y la tomaba, la poseía, sin que pudiera, ni quisiera hacer nada para escapar. –Solo los poetas saben de qué hablo- decía.
Negros nubarrones se acercaban por el oeste, siempre que asomaban por ahí, eran presagio de una buena tormenta.
Así fue, un enorme aguacero, cayó en su casa; el agua entraba por las ventanas…, no cerraban bien, así que se mojó lo que tenía en la mesa del escritorio. Todos sus manuscritos, quedaron presos del agua¡¡ Muchos de ellos se borraron. Los versos pasaron a mejor vida. Solo quedaron manchas de tinta sobre el papel.

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